El dolor es inevitable, el sufrimiento es una opción. La frase en el contexto de un libro de Murakami suena razonable cuando después de vivir de manera fragmentada, nos encontramos siempre con la fatalidad o con el final de algo. Será que todo forma parte de una sola escena y hay matices, algunos brillantes, que justifican el caminar después de tantos años. Recuerdo los cuadros de barcos que colgaban de las paredes de mi casa, recuerdo las imágenes de trenes, los paisajes inaccesibles de revistas, las cosas que no pude tener cuando era niño y que permanecieron a lo largo de mi vida. Se escribe a partir de la carencia, de lo precario, es por eso que inventamos la mayor parte de nuestras emociones y nos resistimos a ser pasajeros. Esas ausencias dan frutos pero nos dejan indefensos. Ahí están las palabras, frente a la mentira burda de los hechos que siempre nos desmienten, la realidad que siempre nos decepciona. Esos inventos son los que nos hacen latir, los que se quedan hablando por nosotros hasta que se difuminan en el éter de la vida. Por eso seguimos buscando barcos, por eso nos conmueven los trenes.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario