"El año pasado, pasé 322 días viajando, lo que significa que tuve que pasar 43 miserables días en mi casa."

Up in the air, 2009

viernes, septiembre 26, 2014

Pudo ser una palabra:
-sigo
pudo ser un indicio, una señal:
- estoy
Pudo ser más que eso
una frase, un enunciado
- no ha terminado, espérame
verbo, adverbio, condicionante
-estoy, te quiero, no importa
qué tal un aún
qué tal un todavía
Nada de eso
nada
ni siquiera una mirada
nada
tan nada
tan vacío
tan poco valor
de decir que no quedaba más que el silencio
cobarde
cobarde
como el gato que se esconde entre la ruedas
como el hombre sumiso
que envejece
en una buhardilla
cobarde
como el que rompe un cristal
sin necesidad de hacerlo
Solo un
-ya
sólo un cero
pero no
pero nada
pero vacío
la prueba más cruel
la más inhumana
-adiós debería
final
punto
callejón
pero no
pero nada
ni siquiera aire
nada
tanta nada
monólogo absurdo
risa ahogada
que no guardaré
Cuando  deje de quererte
al menos habrá
habrá una palabra
para decirlo
sin correr
sin disfraz
te diré claro
eficaz
cierto
no te quiero
no te quiero
cuando eso suceda
cuando esta necedad se convierta
en una piedra de río
en un velero
y no carcoma
y no aspire
a lo que no debía nunca
aspirar

domingo, septiembre 21, 2014

Bang Gang / Something Wrong


¿Sigue vivo el Trip Hop? Secuencias rítmicas, guitarras acústicas con acorde mínimos, piano, batería apenas marcando el paso de las notas, voces corales, cercanas a la psicodelia, perturbadoras. Música lejana, de la Islandia de Mum y Sigur Ros, menos experimental, con un cover a Stop in the name of love de The Supremes. Pop sustancial, que roza el shoegaze en canciones brillantes como It´s alright o Look at the sun. Paisajes de nieve, sumamente cálidos, disco de fin de domingo posterior a la neurosis sabatina, de título irónico, si algo equivocado nos deja respirar tan bien.

jueves, septiembre 18, 2014

Ángel González


Carta sin despedida

A veces,     
mi egoísmo
me llena de maldad,
y te odio casi
hasta hacerme daño
a mí mismo:
son los celos, la envidia,
el asco
al hombre, mi semejante
aborrecible, como yo
corrompido y sin
remedio,
mi querido
hermano y parigual en la
desgracia.

A veces -o mejor dicho:
casi nunca-,
te odio tanto que te veo
distinta.
Ni en corazón ni en alma
te pareces
a la que amaba sólo
hace un instante,
y hasta tu cuerpo cambia
y es más bello
-quizá por imposible
y por lejano-.
Pero el odio también me
modifica
a mí mismo,
y cuando quiero darme
cuenta
soy otro
que no odia, que ama
a esa desconocida cuyo
nombre es el tuyo,
que lleva tu apellido,
y tiene,
igual que tú,
el cabello largo.
Cuando sonríes,
yo te reconozco,
identifico tu perfil
primero,
y vuelvo a verte,
al fin,
tal como eras, como
sigues
siendo,
como serás ya siempre,
mientras te ame.


Ángel González





miércoles, septiembre 17, 2014

Cantina La Reforma de Bucareli.




Vidrios empañados por el paso del tiempo. pantallas planas rascando la modernidad, reproducciones de fotografías   en blanco y negro de la calle Bucareli en los años cincuentas, cuando todavía importaba algo cinematográficamente, el auge del periódico, la prensa escrita, la esquina de la información, la escuela Carlos Septién García. Un segundo piso más bien tapanco que solo se ocupa los viernes, baños lamentables, mesas y sillas de ese entonces, con esquineros para colocar las cubas y dejar espacio para el dominó. Barra pequeña. refrigeradores atascados de cervezas, seis por ciento veinte, caguamas, caguamones, megacaguamas en vasos mefísticos despostillados y una mezcla de habas y cacahuates enchilados y limones y servilletero metálico y rocola de colección desoladora, casi siempre muda. Lugar oscuro, a pesar dela luz del sol, barra con descanso para subir el pie, puerta de cantina, de esas que parecen haber encogido, de esas que dejan ver los pies si uno se asoma a ras de suelo. Poster de Penélope Cruz, calendario de Playboy, reproducciones del archivo Casasola, meseras que saben tu pedido y que besan tu mejilla como si hubieran estudiado la preparatoria contigo. Dulces con la cuenta, de esos que tiene refranes, derrota, sin razón, fracturas permanentes, ¿qué más se puede pedir?

martes, septiembre 16, 2014


Tu silencio
como nave que se hunde en un mar negro
como una noche blanca
sin alternativa
como un camino cerrado
una fruta podrida
tu silencio
un dios totalitario
dictadorzuelo
sin misericordia
una casa con las luces apagadas
un niño muerto
tu silencio
una flor ahogada
un canceroso
un naufragio
en una isla demente
un  nudo de idiomas
yo sordo
mudo
nublado
caminando en esa ruta
de tu falta de voz
de tus nulas palabras
tu silencio
algebraico
injusto
maldito
tu silencio me deja sin palabras
arrinconado
sin faringe
sin cuerdas vocales
que saltar
sin labios
tu silencio
mecánica
de cobardía
ermitaño
que se seca en su caverna
ajeno a los nombres
y a las promesas

lunes, septiembre 15, 2014

Pozole

Compre usted en el mercado de su preferencia dos kilos y medio de pierna de chancho, cortada razonablemente ´para que pueda ser introducida en una olla de proporciones importantes. Junto con la pierna, solicite media cabeza del mismo animal, pudiendo ser el hemisferio derecho o el izquierdo, dependiendo de la fascinación que le cause a primera vista. Esto asegura que cuente usted con todos los elementos de la cara: boca, nariz (por alguna razón llamada trompa), cachete y oreja. 
 
Ubique con tiempo un molino de nixtamal en alguno de esos barrios que conservan tan noble tradición, compre ahí dos kilos y medio de maíz, y si hiciera falta, el orégano suficiente considerando su paladar. Si encuentra tostadas caseras, no dude en adquirir al menso cincuenta piezas, cerciorándose que conservan su integridad.
 
Si como yo prefiere el sabor de la infusión en color rojo, adquiera ciento cincuenta gramos de chile guajillo, de ese que ni pica, como dirían las asiduas clientes de mayor edad. Por otro lado, asegúrese de llevar también un rábano de envidiables proporciones, lechuga romanita, cebolla, crema de primera (en vaso, no en bolsa) y ´si así lo considera pertinente, un par de aguacates lo suficiente maduros para ser ingeridos en uno o dos días.
 
Previo a la cocción rasure meticulosamente el rostro del cochino utilizando para ello un rastrillo con el filo suficiente. Elimine los pelos en la medida de lo posible y lave sin exageración, con la finalidad de no perder algunos elementos sustanciales y sustanciosos de la carne. Igualmente enjuague los granos de maíz, esos sí con esmero, para eliminar la cal utilizada para su pre-cocción. En cuanto se percate que el agua que usa para enjuagar es transparente, detenga este proceso y pase a la siguiente etapa.
 
En una olla de aproximadamente diez litros incorpore (en ese orden) los siguientes elementos: Para el fondo destine la totalidad del maíz, integrando una cebolla de regular tamaño. Enseguida, en el siguiente estrato, añada la cabeza, partida desde luego al menos en cuatro fracciones. Coloque en donde crea conveniente los dientes de ajo que su sentido común y su gusto le demanden; ponga entonces los pedazos de pierna junto con otra cebolla de regular tamaño y el resto de los dientes de ajo que complementen al menos el equivalente a una cabeza. Evite la sal en este momento. Inicie el calentamiento hasta la ebullición. En ese momento, notará que el caldo genera una espuma grisácea de aspecto desagradable: retírela de inmediato, repitiendo la operación hasta que el caldo ebulla libremente, sin la presencia de ese coloide. En cuanto se asegure que esto sucede, disminuya la flama de su estufa y coloque la tapa para evitar la pérdida del calor que ya ha ganado.
 
El resto de la operación equivale a una vulgar espera. Es cierto que debe mantener un nivel de agua adecuado que cubra la carne en su totalidad y que debe también mantener una flama baja; pero fuera de esas dos actividades, sólo tiene que esperar, primero,  a que la carne se cosa y enseguida a que los granos de maíz se abran como palomitas. En cuanto la carne esté lo suficiente blanda como para permitir que un tenedor la atraviese sin dificultad, retire y reserve en un recipiente adecuado. Por otro lado, en cuanto tenga en la infusión los granos de maíz "reventados", agregue sal suficiente, de acuerdo siguiendo sus controles de hipertensión y su buen juicio.
 
 
Durante esa espera lm sin chiste, prepare la salsa que le dará color a la mezcla: en agua hervida ponga a nadar los ciento cincuenta gramos de chile guajillo (del que no pica), previamente lavado y sin venas. Muela junto con un par de dientes de ajo, usando como fluido para facilitar el licuado, la misma agua que utilizó para la hidratación de los chiles.
 
Con el maíz reventado y la sal añadida en el caldo, incorpore la salsa de guajillo, utilizando un colador que evite el paso de cascarilla. Mantenga la temperatura quince minutos más, rectifique la cantidad de sal y es todo: usted tendrá listas aproximadamente veinte porciones de pozole rojo. Sirva cada una con la carne que el comensal prefiera, acompañándolo con lechuga, cebolla, rábanos, chile piquín molido, orégano y, en caso de así requerirlo, pedazos de chicharrón. Utilice tostadas con crema de preferencia para preparar cada bocado y maride con cerveza oscura.
 
 
 
 
 
 

sábado, septiembre 13, 2014

Vladimir Holan



Te ha preguntado una jovencita: ¿Qué es la poesía?
Le has querido decir: El hecho de que existes, sí, de que existes,
y que con miedo y asombro,
que son la prueba del milagro,
estoy dolorosamente celoso de la plenitud de tu belleza,
y que n...
o te puedo besar ni puedo dormir contigo,
y que no tengo nada, y que el que nada tiene que ofrecer
debe cantar…
Pero no se lo has dicho, has guardado silencio,
y ella esta canción no la ha oído…
 
 
Vladimir Holan
 
 

viernes, septiembre 12, 2014

Pearl Jam

 
 
 
 
La tristeza transitoria, el aliento eufórico de lo que se deja, los caminos, las despedidas anticipadas, la muerte como una medida del olvido, la voz rasposa, grave, emocionante. Para muchos, el Grunge fue la muerte del heavy metal, yo no lo entiendo así: lejos del glam, del hair metal, de las mallas y del maquillaje, grupos como Soundgarden, Mad Season, Lemonheads, Alice in Chains, Stone Temple Pilots, además de Pearl Jam, trajeron la sensibilidad a esa superficialidad predominante. Género que quizá empezó a morir desde que nació, cercano al blues, al country, al rock clásico y empantanado de Neil Young, de Jeff Buckley y al punk menos artificial revivido en los escaparates. Género que se resiste, subgénero quizá, rock finalmente, cada vez menos rabioso, capaz de endilgarnos frases recurrentes y tonadas que los mismo funcionan a todo volumen que en medio de susurros. Sólo estar, sin pretender más nada, sólo respirar. 
 
 
 
 

jueves, septiembre 11, 2014

Nicanor Parra


Cartas a una desconocida
Cuando pasen los años, cuando pasen
los años y el aire haya cavado un foso
entre tu alma y la mía; cuando pasen los años
y yo sólo sea un hombre que amó,
un ser que se detuvo un instante frente a tus labios,
un pobre hombre cansado de andar por los jardines,
¿dónde estarás tú? ¡Dónde
estarás, oh hija de mis besos!


Nicanor Parra


 

Anne Sexton

 
 
A mi amante, quien regresa a su esposa

Allí está toda ella.
Cuidadosamente fundida para ti
y forjada de tu niñez,
forjada de tus cien antiguallas favoritas.

Ha estado allí desde siempre, querido.
Es, además, exquisita.
Juego pirotécnico en las aburridas medianías de febrero
y tan real como una olla de fierro fundido.

Enfrentémoslo, he sido momentánea.
Un lujo. Una lancha rojo encendido en la bahía.
Mi pelo elevándose como humo por la ventanilla del coche.
Almeja fuera de temporada.

Ella es más que eso. Es tu tener que tener,
ha cultivado tu crecimiento práctico y tropical.
No es un experimento. Es toda armonía.
Cuida de los remos y de las horquillas de los remos del
    bote,

puso flores silvestres sobre la ventana, en el desayuno,
se sienta tras su rueda de alfarera a mediodía,
ha sacado adelante tres niños bajo la luna,
tres querubines pintados por Miguel Ángel,

y lo ha hecho con las piernas bien abiertas
en los terribles meses en capilla.
Si volteas hacia arriba, allí reposan tus hijos
como delicados globos contra el techo.

También los ha cargado por el pasillo
tras la cena, la cabeza reclinada hacia ella,
dos piernas protestando —de persona a persona—
la cara sonrojada por la canción y su pequeño sueño.

Te regreso tu corazón.
Te doy permiso—

para el detonador dentro de ella, palpitando
furioso entre la mugre, para la perra que es
y el entierro de su herida
—para el entierro de su herida viva, roja, pequeña—

para la llama pálida que flamea bajo sus costillas,
para el marinero ebrio que aguarda en su pulso izquierdo,
para la rodilla de madre, las medias,
las ligas, para la llamada

—curiosa llamada
cuando horadas entre brazos y pechos
y desatas la cinta naranja de su pelo
y respondes a la llamada, curiosa llamada.

Es tan singular y tan desnuda.
Es la suma de ti y de tus sueños.
Súbela como a un monumento, paso a paso.
Es sólida.

Yo, en cambio, soy una acuarela.
Me deslavo
.


Anne Sexton


Te llamaré hoy
en la tarde
te diré todo lo que me ha sucedido
te contaré todos mis cuentos
te llamaré hoy
para escucharte
porque la voz
es lo primero que se olvida
lo primero que se escapa
Te llamaré hoy
por la falta que me has hecho
estos días
en estas lluvias
porque quisiera ver
si yo te he hecho falta
si también empiezas a olvidar mi voz
quiero que sepas
quiero explicarte
que no ha sido posible
que la vida transcurre
y se pierde
como el agua
en la tierra
que no hay camino de regreso
que llevarte siempre
sin tocarte
es cobardía
que escribir es tocar una puerta
y esconderse
que no tuve valor

Pensaba llamarte hoy

lunes, septiembre 08, 2014

Bajo el volcán

¿Qué belleza puede compararse a la de una cantina en las primeras horas de la mañana? ¿Tus volcanes allá afuera? ¿Tus estrellas? ...Perdóname, pero no. No son tan hermosas como por fuerza lo es esta cantina que -decadencia de mi parte- acaso no sea propiamente una cantina; pero piensa en todas aquellas terribles cantinas en donde enloquece la gente, las cantinas que pronto estarán alzando sus persianas, porque ni las mismas puertas del  cielo que se abrieran de par en para recibirme podrían llenarme de un gozo celestial tan complejo y desesperanzado con estruendo, como el que me dan las puertas sin candado que giran en sus goznes para admitir a aquellos cuyas almas se estremecen con las bebidas que llevan con mano trémula hasta sus labios. Todos los misterios, todas las esperanzas, todos los desengaños, sí, todos los desastres existen aquí, detrás de esas puertas que se mecen.

Bajo el volcán. Malcolm Lowry



domingo, septiembre 07, 2014

Por qué no
por qué nada
Qué te hace única
en mi juicio sumario
en mi vista
qué hace que no pueda
dejar de pensarte
que cualquier objeto
te construya
Será mi necesidad
de inventarte
será la premura
de mi vida
lo cierto es que no te vas
por mas que te alejes
lo cierto es que estás
a pesar de tus huidas
por qué no
por qué nada
si aparentaba tanto
por qué cada uno
por su lado
si junto a ti
entendía
dibujaba
por qué esta derrota
tan baja
después de tanta vida
vivida
después de tantas parábolas
por qué la distancia
por qué esos pájaros que rondan
moribundos
por qué las flores
asfixiadas
por qué esos sueños
de casas vacías
Qué te hizo única
diferente
seré yo
sólo yo
y la imprudencia
seré yo y las ideas
de escritura
será que mis inventos
te precedieron
y podía ser real
lo que mi imaginación
dibujaba

viernes, septiembre 05, 2014

Gustavo Cerati (I)


Salgo corriendo debajo de la lluvia, espero que ese mensaje que recibí sea cierto, que toda esa irrealidad no tenga otra alternativa que presentarse de frente para ver mis ojeras, mi poco cuidado, mi prisa por todo; salgo en fin, corriendo a encontrar a una mujer que se suponía irreal, salgo con temor y la espero, no sé porque llega, pero está aquí. Llega con un sombrero cargado de lluvia, cuando se suponía que estaba a un millón de años luz, escondida en la marea de los años, borrosa, refugiada en lo razonablemente imposible. Mi chica lunar está aquí.

Recuerdo esa noche en la que un grupo nuevo saldría en la televisión, en ese escenario reseco y artificial, a mis dieciséis años, saturado de Al Caiola, Frank Pourcel, tríos (musicales, desafortunadamente), tangos y baladas intrascendentes. Recuerdo unas imágenes psicodélicas y unos acordes de guitarra eléctrica, una voz que decía "un, dos, tres cuatro..." y una batería que le hacía caso a esa voz. Lo que seguía era una voz poderosa que decía "voy a ser tu mayordomo..." , una voz de un sujeto con un peinado escandaloso, maquillado, muy maquillado. Después el sujeto cantaba algo que decía "te rescatareeee, te rescatareeee" ,  "aprovechemos, hay tanta cama a nuestro alrededor"  y yo, tan vulnerable a cualquier cosa, tan indefenso. El sonido sobre todo, "sola vino a mi ficción", extraordinario para un indefenso jovencito salesiano que suponía que la tierra era plana. Soda Stereo me reventó los ojos, me hizo recapacitar., sin duda; con ese new wave tan cercano, tan posible. Desde entonces, desde ese ochenta y ocho, no salió de mí sobre todo lo que Cerati representaba, porque Soda Stereo era Cerati y dos más, así  lo veía ya.
 
 
 
La rutina se asoma a la ventana después del vértigo, pasos despacio, vueltas y vueltas. Como una gotera que nadie repara, como el rechinido de las puertas o la grieta que se hace cada vez más grande y que nadie repara. Pasa el tiempo, madura, se columpia, los libros se acumulan en los estantes, el olvido también crece, como las uñas, como los niños. Navego sin ser nunca vanguardia, siempre tan simple, tan cotidiano; débil, adicto, pero sin nada alterno, alternativo. Anacrónico crónico, tropezando siempre, y entre tropiezo y tropiezo, aparece ella. No esperaba tanto resplandor.
 
 
Concierto, infinidad de conciertos, a partir de la gira de Doble Vida: la Gira Animal, el mítico concierto de Soda Stereo con Caifanes en el Palacio de los Deportes, en las últimas gradas, la presentación de Dynamo en el gimnasio Juan de la Barrera cuando nadie sabía qué pasaba en el escenario con riffs violentos y paredes de sonido cercanas al sonido de Sonic Youth, la presentación de Sueño Stereo, con ese memorable inicio con la introducción de Planta, en el Teatro Metropolitán, con unas proyecciones que simulaban columnas, un cuarteto de cuerdas y un sonido impecable. Mi hermano se encargaba de comprar boletos en cuanto salían a la venta, siempre en taquilla. Mi padre murió, la familia se evaporaba, yo escuchaba muchas otras cosas, siempre inestable, siempre en movimiento. Los dos conciertos de la Gira del adiós en el Palacio de los Deportes anunciaban una vida diferente, la juventud que pasó desapercibida, la ausencia de mujeres, la masturbación compulsiva, las ataduras escolares o laborales, el descubrimiento de la poesía,  el advenimiento de las tardes largas de cerveza escuchando música siempre, la falta de dinero y de atractivo, todo dejaba de ser para que yo me convirtiera en algo muy parecido a lo que soy ahora.  Para ese 1997 trabajaba ya en algo relacionado con la ingeniería, dejando atrás los trabajos vergonzantes de mensaje y lacayo. A Cerati lo veía con envidia desde entonces, porque era exactamente todo lo que yo no era y tenía todo lo que yo no tenía: una sensualidad fina e inteligente que dios me negó, la capacidad de crear música y ejecutarla brillantemente, el buen gusto para las palabras, la capacidad de síntesis,  sus mujeres. Para entonces ya existían Colores Santos y Amor amarillo y cada vez era más evidente la atadura que representaba un grupo de rock para un creador impulsivo que no se conformaba con cuatro acordes.
 
 

miércoles, septiembre 03, 2014



Adepto al melodrama, crecido en la lágrima viva de películas en blanco y negro, consumidor de barriadas, de iglesias marchitas,  soldado de ninguna parte, sin ideas, sin ideologías, sin causas, sin firmas; sonámbulo de día, un mar agitándose permanente en mi cabeza, caminante, caminante, sí, si hubiera que describirme, sería un caminante anacrónico, un extranjero de todo, sin valor, sin país, algún alguien que transita en las aceras como un  pez en el agua, un fulano que regresa siempre a ciertos lugares, a ciertas personas, muy pocos, muy pocas, contadas. Pues bien, en el callejón de Dolores, sin ánimo de ironía, uno de esos lugares se asoma y en tardes lluviosas, en noches incendiadas, yo busco sus puertas y su olor a madera y sus paredes pistache y sus gabinetes como reclinatorios y si barra como confesionario para platicar a un desconocido todos los pecados que no he cometido y que quisiera cometer todos los días. Buscando la absolución del Tío Pepe, buscando un lugar sin ruido, sin baile, para sentirme tan bien por todo lo malo que no he sido, tan mal por todo lo bueno que he tenido que ser, un lugar para recordar escenas que no sucedieron, y sobre todo para ser el anónimo de siempre, tan de todos conocido.


Diego Vasallo


 
 
No recuerdo el momento preciso en el que empecé a escuchar rock en español, sé que fue hace tiempo ya, en la casa materna, exactamente en una  grabadora que hoy parece un objeto de museo. Cintas de pésima calidad que conseguía en el tianguis del Chopo, algunas todavía rondando por aquella casa como objetos extraviados, como fantasmas. Sonaba Duncan Dhu una de esas noches y al final del lado B escuché una frase que desde entonces conservo en la memoria: "toda tu risa en el fondo del mar", decía, recitaba más que cantar una voz delicada, diferente a la habitual de Mikel Erentxun. El recurso literario me hizo imaginar de inmediato infinidad de cosas, lírica sencilla, pero que remite a las profundidades. Era Diego Vasallo, el escritor que he seguido desde entonces, con sus cenizas blancas al amanecer ("quizás algo murió en el último bar"), con su dramatismo amplio, sin artificios, sincero. Como se dejan las cosas que se quieren, dejé de escuchar a Duncan Dhu mucho tiempo; como se regresa siempre a las cosas que se quieren, volví a escuchar de nuevo, ahora con mejor fidelidad, todos esos discos de entonces, todas esas canciones. Y entonces conocí en verdad a un Diego que ya sospechaba desde muchos años atrás: un músico que no sólo compone letras, un ser insatisfecho, gris, que se dedicó a la pintura y que ha editado un par de libros de poesía, además de una serie discos ya en solitario, que no tienen desperdicio. Una por una escuche sus canciones nuevas, una por una iban dejando imágenes abstractas, eficaces. La alegría desafiante de Criaturas, con sus islas, sus caimanes, sus canciones que no hablan de amor..."un pescador de luna al mirar quiso pintar a mi mujer...isla de abril, sonríe el tarot sobre el mantel" , sus Canciones de amor desafinado, sus ascensores al cielo, su desesperación reflejada en el tiempo que pasa vacío, sin dejar nada a su paso, sobrio, canciones para escuchar de noche "como cuando estás perdido en cientos de ciudades", buscando una imagen difusa en bares solitarios, fríos, canciones contradictorias, ("acuérdate de mí cuando me olvides y abrázame otra vez cuando me odies..."), palabras resecas, sin adornos, con murmullos, con quejas airadas ("hay tantas maneras de ensuciarte la vida...hay caminos rectos pero son aburridos."), collares de lunas, gatos, muchos ojos, derrotas, pérdidas ("todas mis canciones están hechas, del miedo a perderte"), amor en ausencia, infértil.
 
Desde las Polaroids casi ingenuas de su Cabaret Pop, hasta la voz madura, de vodevil, austera, minimalista de Los abismos cotidianos con su cinismo, sus personajes enfermizos, sus "rosas que arden" sus "gatos colgados de la piel de la luna", "la madrugada con su uniforme de enfermera planchado y recetas caducadas para ser feliz y una ambulancia con un techo de estrellas para dormir", sus "espantapájaros locos gritándole al viento", sus fantasmas, sus verdades rotundas, frías, su desazón porque "la vida mata"; para finalmente asumir la soledad y el sin sentido de la vida en La máquina del mundo donde murmura apenas frases (versos) desahuciados, en letanías demoledoras de "noches de espanto y de resaca...noches en que lloras en retretes sin ventanas ni azulejos...noches de llamadas angustiadas a casas vacías que reclaman la presencia de otro cuerpo con el que compartir tu cobardía..."
 
La poesía que no cabe en los poemas, esa que parece tan sencilla y a la que se accede después de recorrer esos abismos cotidianos. Esa que tan bien describe Diego Vasallo en sus canciones (poemas):
 
 
La poesía de una madre que grita en un balcón llamando a sus hijos a la cena.
La poesía de una radio que suena al otro lado de una ventana apenas entreabierta. 
La poesía de un autobús que remonta la avenida lleno de gente ensimismada.
La poesía de un charco agostado entre las piedras.
Toda esta poesía que nunca cabe en un poema.
La poesía de un televisor con el volumen silenciado mientras suena música y los cuerpos se enajenan.
La poesía de un perro que se estira bostezando en una alfombra.
La poesía de una calle, a media tarde, en cuyo extremo hay un boquete de luz que se proyecta sobre el mar, atravesado por los tumbos de un borracho.
Toda esta poesía que nunca cabe en un poema.
La poesía de una mujer que se levanta de la cama buscando a tientas el sujetador en la penumbra.
La poesía de una voz en el teléfono.
La poesía de una mancha de aceite en una acera.
La poesía de una anciana que se arregla el maquillaje en un espejo.
La poesía de unas manos que casi no son mías tanteando en el teclado...

Toda esta poesía que nunca cabe en un poema.