Buceo al cuarto coral
Las palabras muestran un navegar constante en el cual el poeta se ha embarcado a los cuatro
vientos, a veces unidireccional, abarcando el territorio de la cotidianidad y otras veces, en un
cambio vertiginoso va más allá de la territorialidad y de la profundidad del mar para llegar a ese
sitio que se ha vuelto habitual para Armando, un cuarto coral.
Armando encuentra en la poesía su universo interior, impredecible como lo es la marea, su
andar va de extremo a extremo, ya que va de una vida llena de hallazgos a una vida de batalla,
llena de pérdidas y de rupturas, ahogando sus miedos en el mar y volviéndolos un arrecife.
El mensaje que entrega la poesía no yace en la superficialidad de los discursos a los cuales
también se les ha llamado poesía, el poeta, en su ejercicio diario debe de ir al fondo de ello,
buceando dentro del ser y de los seres, redescubriendo y renombrando, es aquí donde la
búsqueda de Armando Ayala se reafirma, cuando decide lanzar su ancla y encallar frente a la
costa, sumerge su rostro en arena y en agua salada duerme en barcos cargueros, ahí, tendido en la
arena, recapacitando sobre su pasado y su futuro, sobre el amor necesario para zarpar nace
líquida/ la estrella de cal, entonces Armando despierta para visualizar el mapa de su búsqueda,
renuncia a la marea engañosa/ de esa agua que fingía ser río/ y no pasaba de ser nube enferma/
arrodillada.
Entre niebla y buzones imaginarios/ descalzo en la arena/ Armando recuerda aquel intento
de amarrar el mar/ de amar el mar y vierte su memoria en el terreno marino para unificarse, es
aquí donde la complejidad de la vida se va disolviendo para volver al punto de partida, para
purificarse, para volverse una isla de brazos que tensan/al límite/ de este cuerpo/ que necesita
aire/ para salir a flote.
Además del discurso que reflejan los versos de este poemario, el reflejo que nos devuelve
es el una pureza absoluta, cómo mirar al fondo de un río y apreciar la forma de sus piedras y saber
que tarde o temprano la corriente las pulirá, volviéndolas algo hermoso y único. Palabra por
palabra, la construcción del cuarto coral se hace mediante imágenes extraídas de la dureza de las
vivencias de un hombre que renuncia a una vida común, de un hombre que bracea
contracorriente para alcanzar el amor, para aferrarse al aire.
En un mundo donde prevalece lo material y lo que la gente ha manifestado como
“indispensable”, Armando resalta con claridad un mundo minimalista en sus palabras, reabriendo
un significado más universal en la sencillez, en la fragilidad humana, en un espejismo que se
evapora a la par de que dos seres que se miran. El cuerpo ajeno se vuelve el puerto, es el destino
donde yace la hermosura del encuentro, la necesidad de Armando de verse reflejado en otros
ojos, es la poesía su faro que guía a distancia el retorno en su navegar.
Cuarto coral, porque ya hubo otros que preceden a este, donde Armando ensayaba su
diálogo marino, su lamento de agua, en arroyos minerales, donde nombró lo ausente, buscando
que el mar le regresara sus ojos, diciéndole: Que no ves/ que mis ojos son mejores/ con tus ojos.
La mirada prevalece en este poemario, porque se puede divisar en todas direcciones
desde tierra firme, y a su vez adentrarse más profundo, esclarecer el agua, descubrir su brillo, un
cuarto líquido lleno de confesiones donde el amor también asciende en sus burbujas minerales a
la superficie.
Para leer a Armando Ayala, hay que tomar aire, meditar previamente que leer es
sumergirse a lo desconocido, porque para el final: poesía y hombre se conocen, son agua nueva,
hombre y poesía inventan un abecedario donde todo cabe y deciden escribir sobre el humo.
Hombre encierra a la poesía en un libro / para hojearla todo el día/ sin que el tiempo la deteriore.
Jonathan Berumen
Guadalajara, Jalisco, 22 de Abril 2016