"El año pasado, pasé 322 días viajando, lo que significa que tuve que pasar 43 miserables días en mi casa."

Up in the air, 2009

domingo, mayo 17, 2020

LUIS GARCÍA MONTERO






No recuerdo si conocí a la llamada Poesía de la experiencia por Luis García Montero o conocí a Luis García Montero por esa corriente, llamada también, creo que de mejor manera,  La otra sentimentalidad. A ese sitio llegué por Joaquín Sabina, no por su lado musical sino por sus compañeros poetas, entre ellos Benjamín Prado, Gil de Biedma, Ángel González y el propio García Montero.  Reconociendo mi gusto por la palabra inexacta, por los ripios del Flaco de Jaén, encontré el mismo tono lírico en este grupo, pero elevado al sitio de literatura, sin menospreciar el género canción. Encontré más musicalidad en los poetas, además de un uso riguroso de la palabra sin decorados, sin parafernalia. Poesía cercana, limpia que llega de inmediato a quien la lee, a su "experiencia" individual que la hace universal. Poesía que unifica y por lo tanto se hace comunitaria.

No es el evidente rasgo social de Montero lo que me hizo enredarme en sus palabras. Fue el contacto directo con lo cotidiano transmutado en objeto poético, lo que se encuentra en cualquier calle, en cualquier casa. Porque es necesario un elevado grado de lucidez para encontrar la belleza en cualquier esquina, la belleza en el sentido amplio de la palabra, la belleza de los lugares sombríos también, la belleza de lo ordinario. Tuve la oportunidad de ver a este hombretón, ahora Director del Instituto Cervantes, leyendo algunos textos en Bellas Artes, en la presentación de su antología Lágrima extraña, editada por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Tuve la fortuna también de compartir esos versos  con mi mejor amiga y también de encontrar gente entrañable que el paso del tiempo me aleja permanentemente, entre ellos a José Ángel Leyva, mi primer maestro de Literatura quien, sin saberlo, me inoculó el gusto por la palabra escrita a través de su palabra hablada. Día completo aquél, con la firma de Montero en la primera hoja del libro: "Para Armando, con mi mejor amistad en la poesía y en la vida". 





Me quedo con dos poemas que bien pudieran ser canciones (creo que hay versiones cantadas de al menos uno). Canciones sin instrumentos, por que la música la da el ritmo, los silencios, las entonaciones. El primero:




Tú me llamas, amor, yo cojo un taxi,
cruzo la desmedida realidad
de febrero por verte,
el mundo transitorio que me ofrece
un asiento de atrás,
su refugiada bóveda de sueños,
luces intermitentes como conversaciones,
letreros encendidos en la brisa,
que no son el destino,
pero que están escritos encima de nosotros.

Ya sé que tus palabras no tendrán
ese tono lujoso, que los aires
inquietos de tu pelo
guardarán la nostalgia artificial
del sótano sin luz donde me esperas,
y que, por fin, mañana
al despertarte,
entre olvidos a medias y detalles
sacados de contexto,
tendrás piedad o miedo de ti misma,
vergüenza o dignidad, incertidumbre
y acaso el lujurioso malestar,
el golpe que nos dejan
las historias contadas una noche de insomnio.

Pero también sabemos que sería
peor y más costoso
llevárselas a casa, no esconder su cadáver
en el humo de un bar.

Yo vengo sin idiomas desde mi soledad,
y sin idiomas voy hacia la tuya.
No hay nada que decir,
                                              pero supongo
que hablaremos desnudos sobre esto,
algo después, quitándole importancia,
avivando los ritmos del pasado,
las cosas que están lejos
y que ya no nos duelen.







¿Se puede olvidar el primer verso? ¿Puede haber una declaración de amor mejor? Esa primera estrofa fue la que hizo que buscara más, todas las posibles. Hasta llegar al segundo texto, este que se lee y corta la respiración:


AUNQUE TU NO LO SEPAS
Como la luz de un sueño,
que no raya en el mundo pero existe,
así he vivido yo
iluminando
esa parte de ti que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos...

Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto
cruzar la puerta sin decir que no,
pedirme un cenicero, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios
con tus labios de whisky,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.

También hemos hablado
en la cama, sin prisa, muchas tardes
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda
fría cuanto te marchas.

Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo,
hicimos mil proyectos, paseamos
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.



Me quedo con ese día que conjugó todo lo que me interesa. Entendí esa otra sentimentalidad, la que de tan sencilla es inexplicablemente tan difícil de entender. Eso esencial que nos produce emoción, pero una emoción que no navega en aguas superficiales. Porque es eso la poesía: el estar en el lugar adecuado, posible o imposible, real o imaginario. Estar. Bienestar.











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