"El año pasado, pasé 322 días viajando, lo que significa que tuve que pasar 43 miserables días en mi casa."

Up in the air, 2009

sábado, octubre 16, 2010

Algunos dijeron que no transcurrió mucho tiempo desde que sonaron las sirenas hasta que la camioneta blanca con sus restos inició su recorrido hacia una noche que no termina aún. Tiempo de más para que los cuartos dejaran cualquier rastro inservible: las frutas recientes en la mesa limpia, las sábanas en un desorden lógico,con el peso de la ausencia en el colchón cada vez más frío, las pisadas de gente extraña en el piso apenas limpio, los cajones cicatrizando. Hasta el día de hoy no se tiene un estimado de las pérdidas y lo que se sabe es que la policía permitió que la prensa llegara hasta el cuerpo inerte, a decir de aquél periódico que mostraba a un hombre desnudo en el piso del cuarto de baño, con los ojos entre abiertos y las manos cruzadas. Del resto de los cuartos no se habló nada; no se dijo que faltaban discos en los estantes, monedas, ropa...no se mencionó tampoco que dos hombres bajaron el cadáver los dos pisos que lo separaban de la calle,como si bajaran una ternera, sin recato, dejando tirados en cada escalón los secretos, las memorias. Era cuestión de hacer unas llamadas solamente para que iniciará el ciclo infinito de muertes, porque hasta que alguien lo menciona es que uno existe, es que uno deja de existir. Los demás por lo pronto seguían su vida de vivos, planchando su ropa, buscando comida, durmiendo de la forma tan razonable que uno duerme cuando no sospecha nada. Hasta que el timbrazo del teléfono rompe esa rutina y provoca que se cierren los libros, que se cambie de página, que se instale feroz el olor a metálico,el movimiento intestinal y el pánico ante cualquier llamada mínimamente sospechosa.

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