Cuentan que hace más de cuarenta años, existió un grupo de
rock mexicano con propuesta, técnica, creatividad. Cuentan que ese grupo venía
de Tijuana, quizá el lugar con las propuestas más robustas y más poco valoradas
en el resto del país, tan centralizado en el mundillo del rock. El Ritual, ese grupo de voz potentísima, de síncopas y jazzeos que lo aproximan al rock
progresivo del King Crimson de Larks´ tongues in aspic o a la psicodelia inglesa
que por ese entonces también salía a la luz. Cuentan que su disco único fue
borrado de las listas, muy a pesar de su arranque demoledor, su nivel de
composición difícil de encontrar incluso ahora, en este tiempo de decadencia
musical en esa área, abarrotada de fusiones confusas, de propuestas que
sacrifican la calidad por la propaganda, de baladas blandengues para éxtasis de
los que se creen enamorados. Al despegue de Satanás, le sigue Peregrinación
satánica, con su interludio de jazz y Groupie, canción con un sonido tan latino
(cualquier cosa que esto signifique) como el que en ese ya lejano año, se
escuchaba en el Abraxas de Santana. Easy Woman es stoner del que ahora se da en
cualquier lugar, pero que en ese entonces pasaba casi desapercibido. Y así, el
disco avanza hasta su cierre brillante con esas dos joyas: Bajo el sol y frente
a Dios y Conspiración. De no creerse para los estándares tan bajos a los que el
rock de estas latitudes nos tiene acostumbrados. Hoy son grupos de culto
aquellos que hace treinta años sonaban igual de mal que hoy, propuestas que
acabaron por envejecer de manera poco elegante, con el único valor de la
perseverancia, rasgo que terminó también por hacerlas anacrónicas. Cuenta la
leyenda que El Ritual sigue pasando desapercibido, a pesar de ser, sin ninguna
duda, uno de los puntos más altos del rock hecho en México.
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