"El año pasado, pasé 322 días viajando, lo que significa que tuve que pasar 43 miserables días en mi casa."

Up in the air, 2009

martes, noviembre 25, 2014

Cantina Salón Morán

Música en vivo jueves y viernes, rocola rigurosamente para bailar música de banda y tropical, globos absurdos en el techo, mesas oficiales de cantina vieja, meseras rechazadas de otros bares, que vivieron sus mejores épocas en los ochentas: minifalda negra, medias corridas, cicatrices en general. Botanero servicial, camisa blanca, chaleco negro, corbata de moño, harto de su vida. Te recibe con un plato de frituras hechas en la casa y limones recién partidos en un sábado cervecero Victoria, Lager, Corona a veinte pesos. Putas jubiladas en las mesas, esperando por caras conocidas que les paguen los tragos, un hombre mayor en el trabajo más ingrato: abre la puerta del sanitario, acciona la llave del lavabo, administra jabón y papel higiénico, esperando que dejes unas monedas en un plato miserable. A una cuadra el Bar Carlton, donde se dice que Fidel y el Ché se reunían, a unos pasos de su vivienda en José de Emparán, cerca de San Carlos. Calles impresentables, apenas a unos metros de Reforma, de Santa María; pisos con olor a criolina, tres tiempos de comida si consumes al menos cuatro copas, hoy sopa de tortilla, arroz con huevo estrellado y cola de res en salsa verde. Zona de limusinas empasteladas de quinceañeras anacrónicas que se retratan en la fuente hedionda del monumento a la Revolución. Camino recto hacia ninguna parte, prófugos del tiempo, ladrones sin sentido de la decencia. Bar Morán, con sus asiduos que arrastran sus mocasines cuando salen a la noche, hacia qué, hacia dónde, hastiados de ser una pieza más sin lugar, sin convicción, marginales en los márgenes de la ciudad que se derrama por todas partes.

No hay comentarios.: