"El año pasado, pasé 322 días viajando, lo que significa que tuve que pasar 43 miserables días en mi casa."

Up in the air, 2009

viernes, septiembre 05, 2014

Gustavo Cerati (I)


Salgo corriendo debajo de la lluvia, espero que ese mensaje que recibí sea cierto, que toda esa irrealidad no tenga otra alternativa que presentarse de frente para ver mis ojeras, mi poco cuidado, mi prisa por todo; salgo en fin, corriendo a encontrar a una mujer que se suponía irreal, salgo con temor y la espero, no sé porque llega, pero está aquí. Llega con un sombrero cargado de lluvia, cuando se suponía que estaba a un millón de años luz, escondida en la marea de los años, borrosa, refugiada en lo razonablemente imposible. Mi chica lunar está aquí.

Recuerdo esa noche en la que un grupo nuevo saldría en la televisión, en ese escenario reseco y artificial, a mis dieciséis años, saturado de Al Caiola, Frank Pourcel, tríos (musicales, desafortunadamente), tangos y baladas intrascendentes. Recuerdo unas imágenes psicodélicas y unos acordes de guitarra eléctrica, una voz que decía "un, dos, tres cuatro..." y una batería que le hacía caso a esa voz. Lo que seguía era una voz poderosa que decía "voy a ser tu mayordomo..." , una voz de un sujeto con un peinado escandaloso, maquillado, muy maquillado. Después el sujeto cantaba algo que decía "te rescatareeee, te rescatareeee" ,  "aprovechemos, hay tanta cama a nuestro alrededor"  y yo, tan vulnerable a cualquier cosa, tan indefenso. El sonido sobre todo, "sola vino a mi ficción", extraordinario para un indefenso jovencito salesiano que suponía que la tierra era plana. Soda Stereo me reventó los ojos, me hizo recapacitar., sin duda; con ese new wave tan cercano, tan posible. Desde entonces, desde ese ochenta y ocho, no salió de mí sobre todo lo que Cerati representaba, porque Soda Stereo era Cerati y dos más, así  lo veía ya.
 
 
 
La rutina se asoma a la ventana después del vértigo, pasos despacio, vueltas y vueltas. Como una gotera que nadie repara, como el rechinido de las puertas o la grieta que se hace cada vez más grande y que nadie repara. Pasa el tiempo, madura, se columpia, los libros se acumulan en los estantes, el olvido también crece, como las uñas, como los niños. Navego sin ser nunca vanguardia, siempre tan simple, tan cotidiano; débil, adicto, pero sin nada alterno, alternativo. Anacrónico crónico, tropezando siempre, y entre tropiezo y tropiezo, aparece ella. No esperaba tanto resplandor.
 
 
Concierto, infinidad de conciertos, a partir de la gira de Doble Vida: la Gira Animal, el mítico concierto de Soda Stereo con Caifanes en el Palacio de los Deportes, en las últimas gradas, la presentación de Dynamo en el gimnasio Juan de la Barrera cuando nadie sabía qué pasaba en el escenario con riffs violentos y paredes de sonido cercanas al sonido de Sonic Youth, la presentación de Sueño Stereo, con ese memorable inicio con la introducción de Planta, en el Teatro Metropolitán, con unas proyecciones que simulaban columnas, un cuarteto de cuerdas y un sonido impecable. Mi hermano se encargaba de comprar boletos en cuanto salían a la venta, siempre en taquilla. Mi padre murió, la familia se evaporaba, yo escuchaba muchas otras cosas, siempre inestable, siempre en movimiento. Los dos conciertos de la Gira del adiós en el Palacio de los Deportes anunciaban una vida diferente, la juventud que pasó desapercibida, la ausencia de mujeres, la masturbación compulsiva, las ataduras escolares o laborales, el descubrimiento de la poesía,  el advenimiento de las tardes largas de cerveza escuchando música siempre, la falta de dinero y de atractivo, todo dejaba de ser para que yo me convirtiera en algo muy parecido a lo que soy ahora.  Para ese 1997 trabajaba ya en algo relacionado con la ingeniería, dejando atrás los trabajos vergonzantes de mensaje y lacayo. A Cerati lo veía con envidia desde entonces, porque era exactamente todo lo que yo no era y tenía todo lo que yo no tenía: una sensualidad fina e inteligente que dios me negó, la capacidad de crear música y ejecutarla brillantemente, el buen gusto para las palabras, la capacidad de síntesis,  sus mujeres. Para entonces ya existían Colores Santos y Amor amarillo y cada vez era más evidente la atadura que representaba un grupo de rock para un creador impulsivo que no se conformaba con cuatro acordes.
 
 

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