La felicidad está al acecho, salta sobre nosotros como el ladrón en medio de la noche, a la vuelta de una esquina, en medio del sueño, todo porque una luz, una música, un rostro, un gesto cualquiera han derrotado de pronto a la desesperación de vivir. No hay ser humano que esté a salvo de ella, que pueda protegerse de sus devastadores asaltos. La felicidad no forma parte de este mundo que atraviesa como un relámpago: cuando apenas apresamos el deleite que produce, ya está lejos, ya es pasado. Un monstruo llegado desde fuera nos ha tenido a su merced para luego partir dejando tras de sí una tierra arrasada.
Héctor Bianciotti. Sin la misericordia de Cristo.
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