El filósofo quiere poseer la palabra, convertirse en su dueño. El poeta es su esclavo; se consagra y se consume en ella. Se consume por entero, fuera de la palabra él no existe ni quiere existir. Quiere, quiere delirar, porque en el delirio la palabra brota en toda su pureza originaria [...] El poeta está consagrado a la palabra ; su único hacer es este hacerse en él. Por eso el poeta no toma ninguna decisión, por eso también es irresponsable.
María Zambrano
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