"El año pasado, pasé 322 días viajando, lo que significa que tuve que pasar 43 miserables días en mi casa."

Up in the air, 2009

martes, junio 20, 2006

Había sido muchos años menos de lo que pensaba. En su vida circulaban eventualmente un canario, una ráfaga de luz, algunos platos rotos. Nombró las calles a su paso, conoció el vapor de los cafés solitarios poco poblados. Separó el agua del aceite algunas veces, tuvo gatos amaestrados para soportar la condena del encierro. En las paredes navegaban barcos en reproducciones al óleo cubiertas de polvo, del mismo polvo que se acumulaba en las persinas rotas y los anaqueles de una casa llena de cosas inútiles que sobrevivían el paso de los años, esperando ser útiles de nuevo. Ese era el andamiaje de los pasos precipitados y la cabeza baja, del raquitismo de sus emociones contenidas: las aceras infestadas, la ausencia de silencio. Eso era. La ausencia de silencio que le provocó los huecos que exhibía a todas horas. Y el insomnio de más, quizá para vivir el silencio, conocerlo, al margen de voces, de ladridos, de chirridos de llantas. La noche aparecía como una posibilidad.

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