Lleva flores a su propio sepelio
que llegará el día nueve
como dijeron los dientes postizos
de su madre
Su vientre sigue esperando
el milagro de Isabel
carcomido por un niño que rasca y rasca
en sus sueños umbilicales
A cambio tiene esta niña grande
que dió a luz el espejo de la sala
y que ahora la vigila
desde su mortaja
Los nervios se tensan cuando avanza el día
y su rosario de lamentos
se diluye al fin
a los nueve días
sentenciada a ser hija
más allá de la muerte
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