Los látigos de la infancia pasaban
sordos
aniquilando las amapolas
inventando islas deshabitadas
Era el momento preciso
el de las monedas falsas
el de las lágrimas de mercurio
el momento más hondo de la tarde
el de los terremotos
y nadie llegó a su barca
y tuvo que alejarse solo
entre gritos de ahogados
y lámparas de aceite oxidadas
1 comentario:
Tal vez no era, entonces, el momento preciso.
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