Sigo adelante. Sé que debo seguir, no llorar, observar cómo la vida sigue y mirar cómo la luz nocturna baña las quietas fachadas de los históricos edificios de enfrente. Sé que no debo olvidar que en el fondo siempre quise decirle adiós al amor en la vida y en las novelas, perderlo todo menos la soledad. Y continuar. Terminaba un libro y empezaba otro, siempre continuando. Perderlo todo menos la soledad. Y tener aplomo y dignidad y no llorar, justificarme ante la muerte con una obra bien hecha, llevar la infeliz vida irreprochable de un hombre engañado.
Enrique Vila-Matas / El mal de Montano
